En los devaneos de lo onírico, me encontraba de nuevo atravesando el lago helado. El cuerpo de Sara flotaba inerte sobre las aguas, bajo su capa cristalina. Yo angustiado trataba de romperla, pero mis manos desnudas apenas conseguían arañarla. Su rostro blanquecino de repente cobraba vida y se movía inquieto al otro lado de la gruesa capa de hielo. La desesperación me invadía y de la boca de Sara, salían burbujas mientras se ahogaba.
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